Según
Bandura, Parke y Slaby la agresión
es una etiqueta social que aplicamos a actos diversos, el hecho de que
apliquemos dicha etiqueta o no a un determinado acto depende del significado
que otorguemos al mismo, esto depende de múltiples factores como: las creencias, valores, prejuicios, individuales y sociales.
La
consideración de un acto como agresivo puede variar mucho de una cultura a
otra, según el momento histórico, etc.
La mayor parte de los autores entienden por agresión cualquier conducta
dirigida a la meta de procurar dolor o dañar de algún modo a otro organismo.
TEORÍAS DE LA CONDUCTA AGRESIVA
Teoría psicoanalítica:
Freud: A partir de 1920, en su última
formulación de la teoría de las pulsiones, postuló, junto a las pulsiones de
vida -Eros-, la existencia de unas pulsiones de muerte -Thanatos-, radicalmente
constitutivas de la naturaleza humana.
Estas pulsiones poseen un carácter
primario, irreductible; no son el fruto derivado de ningún otro tipo de
pulsiones previas.
Reich (1972) considera que las tendencias destructivas tienen un carácter
secundario, reactivo; surgen como fruto de la frustración de la sexualidad
natural. Para Reich el ser humano
sería bueno por naturaleza y serían las restricciones impuestas por el
principio de realidad las que lo harían agresivo.
Teoría etológica:
Lorenz (1966)
sostiene que los seres humanos y los animales poseen un instinto básico de
lucha contra los miembros de la propia especie que se activa ante determinados
estímulos del ambiente.
La función de esta conducta es la supervivencia de la especie y del individuo.
Según los etólogos, la
mayoría de las especies han desarrollado “inhibidores instintivos” de la
agresión que evitan que esto ocurra. Pero en la especie humana la muerte a manos de otro se da con demasiada
frecuencia. Según Lorenz, ello se debe a que en los humanos el instinto
agresivo se halla pobremente controlado.
Hipótesis de la Frustración-Agresión:
La frustración es una sensación que se vincula al impedir que una conducta alcance una meta, siempre produce un tipo de agresión, y que la agresión siempre presupone la frustración.
Lo innato es la relación entre la frustración y la ira. La relación frustración-agresividad es aprendida.
La conducta agresiva no depende
únicamente de la disposición a agredir; depende también de determinadas señales
“agresivas”. Dichas señales son estímulos asociados con instigadores de la ira
actuales o previos.
Esta
hipótesis de las señales “agresivas” implica que la exposición a cualquier
objeto o evento previamente asociado con algún tipo de agresión -ciertos
gestos, armas, situaciones. Ejerce una función de señal y aumenta la
probabilidad de intercambios agresivos entre los niños.
Teoría del aprendizaje social:
Bandura considera la conducta agresiva como un tipo particular de conducta
social que se adquiere y mantiene a través de los mismos procesos que cualquier
otra conducta social: el aprendizaje observacional y el refuerzo directo.
Los hábitos agresivos a menudo persisten porque
resultan instrumentales para el logro de determinadas metas, son útiles para
parar las conductas dañinas de otros, son socialmente aprobadas por los pares
y, por último, intrínsecamente reforzantes para el agresor.
Bandura acepta que determinados estados
internos, como la frustración o la ira, pueden facilitar la agresión, pero no
los considera necesarios para que ésta se produzca.
Teoría del procesamiento de la información
social:
La conducta agresiva no depende tanto de las señales sociales presentes en la situación como del modo en que el sujeto las procesa e interpreta.
Una de las teorías socio-cognitivas más conocidas es la
de Dodge,plantea que los sujetos, en una situación social
dada, poseen una serie de experiencias previas en su almacén de memoria y unas
metas concretas (divertirse, hacer amigos, no crearse problemas
inútilmente...). En dicha situación, la conducta del sujeto ante la señal
social va a depender de cinco “pasos” o procesos cognitivos.
- Descodificación de la señal.
- Interpretación.
- Búsqueda de respuesta.
- Una decisión acerca de la respuesta
- Codificación en la que el sujeto lleva a cabo la respuesta elegida.
Trabajos como el de Caplan y
colaboradores (1991) sugieren que los niños, ya a partir del primer año, cuando
tratan de quitar a otro un objeto que les interesa, tratan a ese otro más como
un adversario que como un simple obstáculo inanimado. Por lo que respecta a la
segunda cuestión, la respuesta no es fácil, pues las conductas agresivas de los
niños de 1 año no son comparables con las de los niños de 7 o las de los
adolescentes. En este sentido lo que se puede analizar y ha sido estudiado son
los cambios en el tipo de conductas agresivas y en las situaciones que las
elicitan.
La agresión durante los años preescolares.
Los estudios sobre la agresión durante los
años preescolares son más bien escasos. Entre ellos, hay que destacar los de
Goodenough (1931), Hartup (1974), Cummings y colaboradores (1989) y Caplan y colaboradores (1991). A partir de
los mismos, se ha llegado a
las siguientes conclusiones:
•
Las rabietas relativamente no focalizadas, a menudo provocadas por molestias en
las rutinas diarias, como la comida o el baño, disminuyen durante el período
preescolar; a partir de los 4 años, estos arrebatos de ira tienden a
focalizarse en personas específicas, especialmente en los compañeros de juego.
• En cuanto a los elementos que elicitan la agresión, mientras que a los 2-3 años
las conductas agresivas se dan sobre todo en respuesta a frustraciones
derivadas del ejercicio de la autoridad por parte de los padres, posteriormente
son más frecuentes tras conflictos con los pares. Los conflictos con éstos por
la posesión de un juguete se dan incluso cuando los niños tienen a mano otro
igual.
•
La forma que toma la agresión también cambia: mientras que a los 2-3 años la
mayor parte de las agresiones son de carácter instrumental (el objetivo es
conseguir algo deseado, más que infligir un daño a otro) y los niños tienden a
golpear y dar patadas, posteriormente, aunque continúan peleándose por los
objetos, su agresión es cada vez de carácter menos instrumental y más hostil,
muestran cada vez menos agresión física y tienden más a la burla, a llamar al
otro cosas que saben que le molestan, etc. La tendencia a vengarse en respuesta
a un ataque o frustración aumenta claramente a partir de los 3 años.
AGRESION EN ADOLESCENTES
La agresión y la conducta
antisocial en los preadolescentes y adolescentes.
Parece que la agresividad hostil y física
alcanza su punto álgido a comienzos de la adolescencia y luego declina (Loeber,
1982; Cairns et al. 1989). Sin embargo, en la medida en que los adolescentes
son más fuertes y, al menos en algunos países, tienen fácil acceso a muchas
armas, sus agresiones tienen efectos mucho más desastrosos. Ello explica en
parte el que los arrestos por asalto y otros delitos violentos aumenten
considerablemente en la adolescencia (Cairns et al. 1989).
Por otra parte,
aunque las agresiones disminuyan, no lo hacen otras conductas tales como el
ostracismo social (la maledicencia y la
exclusión de otros), los robos, los novillos, etc... Para algunos autores, esto
significa que los adolescentes tenderían a expresar su ira y hostilidad de una
forma menos abiertamenteagresiva y más encubierta (Shaffer, 1994).
DIFERENCIAS DE GENERO
Diferencias sexuales en conductas agresivas
Numerosos
estudios sobre diferencias sexuales en conducta agresiva, llevados a cabo
en
muy diversos países, constatan que los varones son más agresivos que las
mujeres, no sólo físicamente, sino también verbalmente (Hyde, 1984; Whiting y
Edwards, 1988). Asimismo, la probabilidad de ser objeto de agresión es mayor en
los varones: se ha comprobado que los conflictos son más probables entre díadas
de chico y chico que entre chico-chica o chica-chica
(Barret,
1979). Veamos las diversas explicaciones que se han propuesto acerca de estas
diferencias.
La explicación biológica
Maccoby y Jacklin
(1980), claramente posicionadas a favor
de esta explicación, plantean que existen cuatro importantes argumentos
para defender una fuerte base biológica en tales diferencias:
1) Los varones son más agresivos que
las mujeres en casi todas las sociedades que han sido estudiadas.
2) Las diferencias sexuales en agresión
aparecen muy tempranamente (para los 2-21/2 años).
3) Los machos tienden a ser también el sexo más agresivo entre
nuestros parientes filogenéticamente más próximos.
4) Finalmente, existe evidencia de una relación estrecha -tanto
en humanos como en animales- entre hormonas masculinas y conducta
agresiva.
La explicación social
Desde esta perspectiva,
se ha señalado que la mayor concentración de hormonas sexuales masculinas en
los sujetos que muestran una conducta agresiva puede ser tanto causa como
efecto de dicha conducta. Asimismo, se ha señalado que no está claro que los
niños muy pequeños sean más agresivos que las niñas. En un interesante estudio
de Caplan y colaboradores (1991) se encontró que las interacciones agresivas
para resolver los conflictos que surgían en torno a los juguetes eran más
numerosas cuando los grupos de juego estaban dominados por niñas.
La explicación interactiva
Desde este punto de
vista, las diferencias sexuales en agresión
derivan de una interacción compleja entre diversos factores biológicos ligados
al sexo
y diversos factores sociales. Las niñas tienden a madurar antes, a hablar antes
y a ser más sensibles
al dolor que los niños, mientras que éstos tienden a ser más grandes y
musculosos, a dormir
menos y a ser algo más activos, irritables y difíciles de consolar que las
niñas.
FACTORES DE SOCIALIZACION QUE INFLUYEN EN EL DESARROLLO DE LAS CONDUCTAS AGRESIVAS
Los
estudios transculturales muestran de forma consistente que ciertas sociedades y
subculturas son más agresivas y violentas que otras. Las diferencias de clase son también claras:
los niños y adolescentes de clase baja, en especial los varones de las grandes
zonas urbanas, muestran más conductas agresivas y mayores
niveles de delincuencia que los de clase media.
Problemática económica y social
conlleva el pertenecer a los
sectores más desvaforecidos de la sociedad. Junto a problemas de paro,
dificultades económicas y emocionales en el seno de la familia, déficit de
escolarización, etc., ha de tenerse en cuenta la sensación de frustración o
“deprivación relativa” provocada por la continua seducción consumista a la que
-muy especialmente- los niños y los jóvenes se ven continuamente sometidos en
la sociedad occidental.
Los niños que viven en la calle, que son
cuidados en instituciones o reformatorios con
cambios
frecuentes de cuidadores o que son objeto de malos tratos carecen de modelos
adultos
para comportarse adecuadamente y tienen dificultades para establecer lazos
afectivos.
PATTERSON
(1982; Patterson et al., 1989)
ha estudiado las interacciones entre padres e
hijos
que se dan en las familias que tienen, al menos, un niño altamente agresivo,
ha
encontrado que el ambiente de las primeras familias es muy particular: sus
miembros se pelean de continuo, son reacios a comenzar cualquier conversación
y, cuando charlan, tienden a amenazar, insultar y meterse con los otros miembros de la familia. Patterson
habla de ambientes familiares coercitivos ,
señalando que, en tales familias, una gran cantidad de interacciones se
reducen a esfuerzos, por parte de uno de
sus miembros, para que otro deje de molestarle. El refuerzo negativo juega aquí un importante papel: los miembros
de estas familias pronto aprenden que, cuando
otro les molesta, si le gritan, le insultan o le pegan, acabará dejando
de molestarles.
Según el modelo del desarrollo de la conducta
antisocial crónica de Patterson,
este ambiente contribuye al desarrollo de conductas agresivas y desafiantes y
al sesgo atribucional de hostilidad, lo que favorece tanto el rechazo por parte
de los compañeros como el fracaso académico. Ello, a su vez, puede hacer que los padres se desentiendan
cada vez más de su hijo y se despreocupen de lo que éste hace o deja de hacer.
Y los adolescentes con estos problemas tienden a juntarse entre sí, formando grupos
que tienden a devaluar lo académico, valoran e instigan comportamientos
agresivos, y promueven conductas disfuncionales de todo tipo. En definitiva,
para Patterson, la experiencia de los niños en este tipo de ambientes a menudo
constituye un primer paso crucial en la senda de la conducta antisocial
crónica.